domingo, mayo 08, 2005



" Catherine Tekakwitha, ¿quién eres? ¿Eres (1656-1680)? ¿Basta con eso? ¿Eres la Virgen Iroquesa? ¿Eres la Azucena de las Orillas del Río Mohawk? ¿Me dejas a amarte a mi modo? Soy un viejo erudito, con mejor aspecto ahora que cuando era joven. Eso es lo que pasa a tu cara por estar todo el tiempo con el trasero pegado a una silla. Te he seguido, Catherine Tekakwitha. Quiero saber lo que pasa debajo de esa manta rosada. ¿Tengo derecho a ello? Me enamoré de un cuadro religioso que te representaba. Te hallabas de pie entre unos abedules, mis árboles favoritos. Dios sabe hasta dónde llegarían los cordones de tus mocasines. Detrás de ti había un río, sin duda el Mohawk. En primer término, a la izquierda, dos pájaros que disfrutarían mucho si se les hiciera cosquillas en las blancas gargantes o se les citara como ejemplo de cualquier cosa en una parábola. ¿Tengo derecho a seguirte con la mente polvorienta, repleta de todo el desecho de acaso cinco mil libros? Ni siquiera voy al campo muy a menudo. ¿Podrías instruirme sobre hojas? ¿Sabes algo sobre setas narcóticas? Lady Marylin murió hace pocos años. ¿Es de suponer que algún viejo erudito, tal vez de mi propio linaje, la seguirá dentro de cuatrocientos años como yo te sigo a ti? Pero ahora mismo tú debes saber más acerca del cielo. ¿Se parece a uno de esos pequeños altares de plástico que brillan en la oscuridad? Te juro que no me importaría que así fuera. ¿Son diminutas las estrellas, al fin y al cabo? ¿Puede un viejo erudito encontrar por fin el amor y no tener que hacerse cada noche una paja para poder dormir? Ya ni siquiera odio los libros. He olvidado la mayor parte de lo que he leido y, francamente, nunca pareció ser muy importante ni para mí mismo ni para el mundo. Mi amigo F. , con su estilo grandilocuente, solía decir : Tenemos que aprender a detenernos valientemente en la superficie. Tenemos que aprender a amar las apariencias. F. murió en una celda acolchada, con el cerebro corrompido por un exceso de cochinadas sexuales. La cara se le ennegreció, lo vi con mis propios ojos, y dicen que de su mango apenas quedó nada. Una enfermera me dijo que parecía el interior de una lombriz. ¡Salud, F. , viejo y ruidoso amigo! Me pregunto si persistirá tu recuerdo. Y tú, Catherine Tekakwitha, para que lo sepas, soy lo bastante humano como para padecer estreñimiento, como recompensa por una vida sedentaria. ¿Tiene algo de extraño que haya enviado mi corazón allá entre los abedules? ¿Tiene algo de exraño que un viejo erudito que nunca ganó mucho dinero quiera colarse dentro de tu postal en tecnicolor?".

Leonard Cohen, "Los hermosos vencidos".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué buenísimo! a ver si nos muestras algo de Tom Waits o de Jack Kerouac, después de dos astros como mis adorados Nick y Leonard.

Fiodor M. Dostoievski dijo...

Pues no lo dudes. De Keourak conozco poco, pero Waits está también entre mis predilectos.
Saludos,jeje.